domingo, 18 de mayo de 2008

Alcalde llorón





El presidente municipal de Teopisca, Luis Valdez, resultó ser muy sentimental. Pero está bien que salga su lado humano, porque los alcaldes no sólo son bestias políticas, también pueden serlo sexuales y tienen su corazoncito. Se les concede ese derecho, por supuesto.
El cuento es que Luis Valdez recientemente lloró las de cocodrilo, esto debido a que se casó su amada enfermera María Delina Coello Rojas, a quien tanto amó, o ama, al saber.
Ella es originaria de Paso Hondo, municipio de Frontera Comalapa, y fue regidora recientmente, en la administración de David Escobar García; digamos que está metida en el rollo político.
Pero esta bella mujer, una güerota, se casó hace escasas semanas, allá en el municipio de Trinitaria, con un zapaluteco de bien, por supuesto.
Pues bien, el Luis fue a la boda, a pesar de no estar invitado. Ni modo que lo invitara el novio de la María Delina, menos ésta, pero algún pajarito le habrá dicho que se casaba su “ex”, y quiso constatarlo.

Ellos fueron novios durante dos años, cuando la bella era regidora de Frontera Comalapa, en la administración de David. Entonces los lazos de amor fueron fuertes, los recuerdos han de ser vívidos, el breve espacio donde tanto la amó ahora está vacío.
Por eso, el hombre lloró al contemplar el casamiento y el juramento de amor eterno y fidelidad.
Soportó estoicamente ver la entrega de los anillos como signo de fidelidad y entrega de las arras como signo de los bienes que van a compartir.
Pero su mirada comenzó a humedecerse cuando escuchó, de ella, su amada, aquellas palabras mágicas: “Yo, María Delina, te quiero a ti (y el nombre no fue Luis), como esposo y me entrego a ti, y prometo serte fiel en las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad, todos los días de mi vida”.


Mas su corazón se rompió en mil pedazos cuando el esposo dijo: “yo te recibo como esposa y prometo amarte fielmente durante toda mi vida, y ella, a su vez, le correspondió diciendo: yo te recibo como esposo y prometo amarte fielmente durante toda mi vida”.
Luis Valdés Díaz, a esas alturas, había acabado con una caja de Kleenex que uno de sus secretarios llevó, precisamente en previsión de lo que había de ocurrir.

Qué momento más difícil, y, en un mismo lugar, qué sentimientos tan encontrados: Ella tan feliz, él tan acalambrado.

Ya lo pasado, pasado...

María Delina, por cierto, también le correspondió al Luis, en su momento, aunque ahora lo tenga en el olvido, y para siempre.
Ella, por supuesto, en su momento, se hizo ilusiones de tener un marido influyente, sobre todo cuando venía a Teopisca a apoyarlo en la campaña.
Un día, cuando aún el Luis buscaba la candidatura priista, ella lo acompañó en Teopisca. Festejaban el cumpleaños del Abel, en el rancho de Don Límbano. Ahí, junto a las albercas, el Luis jugó con sus sentimientos y la presentó a los entonces alcaldes de Teopisca y San Cristóbal, Abel Tovilla y Sergio Lobato.
“Les presento a la futura primera dama de Teopisca”, les dijo a los presidentes, y ella sonrió feliz, ilusionada, mirándose como funcionaria del DIF municipal y distintas chequeras en su bolso. Por eso lo acompañó en toda la campaña, y se sabe que hasta le metió paga al proceso, para ganar o comprar votos, pensando en asegurar su futuro. Hasta su hijo, Danielito, se hizo ilusiones, pensaba ir a estudiar la Universidad Valle de México. La madre de éste decidió, inclusive, dejar de enviar al muchacho a la escuela, por apoyar a Luis Valdez, quien le prometió que estando en el poder habría de apoyar al joven con todo para que se fuera a estudiar y no tuviera ninguna carencia.
Es el problema de creerles a los políticos, porque concluida la campaña el Luis comenzó a mirar a otra mujer, igualmente suculenta, y le ganó la pasión.
Y aunque tenía marido, fue capaz de quitársela (¿pretenderá hacer lo mismo en esta ocasión, con la nueva familia zapaluteca?).
Lo hizo colocándola cerca, muy cerca de él, y llenándole de atenciones y billetes.
Ahora, inclusive, a Lucero le puso una estética allá en el barrio Zaragoza y hasta le dio una camioneta negra, cerrada, de cuatro puertas. Por eso ya dejó al marido, pues fue convertida en jefa de las secretarias del palacio municipal y ahora aspira a suceder a la hermana de Luis en la Presidencia del DIF.
“Voy a ser la primera dama”, dice Lucerito. “Me veo, me veo”…
Aunque ahora ya sabe que su hombre le lloró a otra mujer, apenas hace unas semanas, porque aquella se casó. Como quien dice, que ponga sus medias a remojar.
Ambas tienen en común haber comprado la ilusión de ser funcionarias de primer nivel, quizá ambas se queden con sólo eso.
El Luis es como todo varón, o como aquél al que le pusieron que escogiera entre tres mujeres:
Una que era muy amorosa y magnífica cocinera.
Otra que era muy buena administradora, ahorraba todo el dinero y hacía crecer el patrimonio.
Y la que finalmente escogió: una pechugona y nalgona.

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