Sigue la bronca del PRD a nivel nacional, reflejando aún la lucha entre el Peje Andrés Manuel López Obrador y Felipe Calderón.
Los lópezobradoristas están siendo representados por Alejandro Encinas, y los calderonistas por Jesús Ortega.
El resultado de la elección interna no pudo ser más parecida a la elección federal del presidente de la república: muy cerrada.
Tanto, que en este momento, a varias semanas de realizada la jornada electoral, no se sabe quién ganó.
El mapachismo electoral se puso a la orden del día, expediente al cual acudieron ambos personajes o grupos. Rellenos de urnas, robos y quemas de éstas, casillas zapatos, compra de votos, entre otras.
Donde los lópezobradoristas ganaron lo hicieron por abrumadora mayoría, y donde perdieron también, porque los calderonistas también tenían lo suyo.
El México perredista dividido en dos, polarizado, tal y como sucedió el 6 de julio del 2006, cuando el Peje y el Cuñado de Hildebrando se repartieron la votación nacional más importante.
En esta ocasión Felipe Calderón intentó aprovechar la elección del dirigente nacional perredista para deshacerse de López Obrador, apoyando a Chucho Ortega, utilizando para ello la estructura de poder de los gobernadores de los estados, quienes decidieron meter paga y operación política para que los Chuchos obtuvieran un cómodo triunfo, y de paso los candidatos de los gobernadores a las dirigencias estatales también lograran acomodarse, como fue el caso de Alejandro Gamboa en nuestra entidad.
Pero fue tanto el desaseo electoral en Chiapas, el Distrito Federal, el Estado de México y seis entidades más, que de plano cada voto fraudulento de las 9 entidades no pudieron meterse al conteo general.
El camino que habría de seguirse en este caso es reponer la elección en esas entidades, con mayor vigilancia de ambos equipos de campaña, e intentando evitar la mano de los gobernadores de los estados, para que el cochinero no sea nuevamente motivo para anular la elección.
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