Este mi diputado el Chato Ortiz (su nombre es Roberto Waldorf Ortiz Gutiérrez, VI Distrito Local, Comitán, Chiapas) de plano que no tiene palabra.
En su última “peda”, en los momentos más difíciles de la cruda, cuando la jaqueca no lo dejaba descansar, juró que “nunca más” volvería a tomar trago.
Cuando alguien le dijo que nunca hay que decir nunca porque primero cae un hablador y no un cojo, cambió los conceptos y dijo, como tratando de corregir:
“Nunca voy a tomar en Comitán, ni en La Trinitaria, ni en Las Rosas, ni en Tzimol, porque es mi distrito y desgraciadamente acá hay mucha prensa mirona y criticona. Bueno, ni en Tuxtla, porque allá anda El Confinero J. J. Balcázar y me puede criticar mi bolera”.
Y dicho y hecho. Dejó de emborracharse en estos lugares.
Pero como el chucho que come pollo aunque le quemen la trompa, el Chato Ortiz no bien salió de estos lugares volvió a las andadas.
Es que de plano no puede con el vicio.
Antes de contarles los desfiguros que hizo en Chicomuselo, con motivo de la coronación de la Reina de la Feria de Semana Santa, les relataré de otros intentos de nuestro diputado por dejar el chupe.
La primera vez fue cuando le dijeron que de tanto tomar se le iba a voltear la canica o el calcetín. Se lo dijeron de mentiras y lo creyó.
Fue al médico y éste le dijo que sí, que debía alejarse de las copas.
Pero el mañoso del Chato sólo trató de taparle el ojo al macho y lo que hizo para “alejarse” de las copas fue comprar una caja de popotes, pegó con colaloca unos con otros, y cuando se sintió lo suficientemente alejado de la copa comenzó a libar desde lejos, hasta quedar bien bolo.
Lo volvieron a llevar al mismo doctor y este le dijo: “Ah qué con mi Chato, usted no tiene remedio. Pero dígame, para que vaya alejándose poco a poco de esto le voy a autorizar que se tome una copa al día”.
Y el Chato aceptó, ipso facto.
Pero nada tonto mandó a fabricar una copa especial. Y, sí, en serio, sólo tomaba una copita, pero con capacidad para 5 litros de trago.
Y así sigue, al menos en su casa, sólo toma una “copita”.
Pero como en Chicomuselo no hay quien lo regañe, pues allá le entró a tomar “libre demanda”, como dicen los médicos.
Y cómo no si lo acompañaron otros diputados que no se hacen de la boca chiquita ni los traen tan regañados como al Chato Ortiz, entre ellos el aspirante a la presidencia municipal de Frontera Comalapa, Hugo Mauricio Pérez Anzuelo, y Noé López Corzo, otro bolo de primera.
Allá llegaron los tres, a acompañar a Romeo Morales Meza, quien quiso compartir el pan y la sal con ellos, y algo de wisky y taberna.
Todo estaba bien, hasta que llegó el Chato Ortiz.
Como ya se había tomado su “copita” de 5 litros desde un principio comenzó con sus desfiguros, con eso de que andaba masticando cartón, en lugar de chicle, para diluir un poquito el tufo a alcohol y cruda.
Además, ahí andaba de rabo verde con la “reina saliente”, al grado de caerle mar, porque nunca consiguió soltar un buen piropo, sino una sarta de groserías, al menos así lo tomó ella.
Y es que no lograba quitar del bello escote su mirada lujuriosa y la chica simplemente se ruborizaba, aunque se sentía segura de tener ahí a sus padres y amigos.
Y como vio que las cosas estaban difíciles con la chica, decidió comenzar a abrazar al diputado Noé López, quien por cierto se dejó “querer”, naciendo ahí un espontáneo romance.
Así fue como fueron llamados al lugar donde coronarían a la guapísima “Julia Primera 2007”.
Mejor no los hubieran llamado.
El diputado Chato Ortiz comenzó a avanzar haciendo “eses”, o “zetas”, zigzagueando, pues.
Esto lo vio el diputado Noé López Corzo y, “en su papel”, decidió cuidarlo.
Pero ya en las gradas le fue imposible.
El hombre se fue de bruces, cayó con sus 180 centímetros de estatura.
Un fotógrafo fue muy amable y en lugar de tomarle foto tirado sobre el graderío decidió ayudarlo, al tiempo que le decía “cuidado diputado, no le vaya a pasar lo que a Fidel Castro”.
Y López Corzo sólo atinó a preguntarle si no se había lastimado.
“¿No quieres que te sobe tantito”?, le habría peguntado, ya en pleno proscenio.
“No”, habría respondido todo bravo El Chato, aún masticando su bola de cartón, como desde el principio.
A pesar de los pesares pudo sostenerse en pie, pero no sólo, sino inclusive permaneció en el proscenio otro rato más.
Ya habían bajado todos los diputados, el alcalde y sólo él quedó ahí, con la idea o esperanza de pegar su chicle con la reina entrante, a quien le preguntaba si podía ayudarla a bajar.
Obviamente la chica se negó, porque en riesgo estaba su seguridad.
De tal modo que se tuvo que bajar solo, solito.
Pero eso implicaba un grave riesgo: que el diputado Chato Ortiz volviera a caer, máxime que iba de bajada.
Por eso el diputado López Corzo decidió esperarlo en el graderìo. Y ahí permaneció hasta que el Chato Ortiz bajó el último escalón. El legislador comiteco esta vez descendió con mucho cuidado, agarrándose bien del barandal y así, tembloroso, consiguió bajar.
Más tarde al diputado, a pesar de su “pedera”, se le vio buscando entre su billetera un billete de a cincuenta, pero sólo encontraba de a quinientos; pero como el bolo no come caca, siguió buscando hasta encontrar uno de a doscientos pesos, el cual entregó a una niña que es candidata a reina de la primavera de un jardín de niños.
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