jueves, 26 de marzo de 2009

Tuberculosis en Comitán y Las Margaritas

El problema de la tuberculosis y la lucha para erradicarla en Comitán y Las Margaritas, donde estamos trabajando en ese sentido, me está sirviendo para conocer más amigos, y también, por qué no decirlo, para hacerme de alguno que otro enemigo. De todo hay en la viña del Señor.

No le doy crédito, por increíble y hasta estúpido, pero hay movimientos en contra del autor de esta columna para iniciarle un proceso jurídico, por haber publicado una lista de los más ricos de Comitán.

Quien lo esté haciendo, pretende lograr dos cosas: amedrentarme, y que no acudamos a pedirle dinero para los tuberculosos. O sea, prefiere gastar en abogados, que invertir en los más pobres.

No sé por qué, pero de un tiempo acá perdí el miedo. Cualquier amenaza me la paso por salva sea la parte.

Me han ofrecido 107 balazos (un comalapense), una soberana madriza (otro comalapense), demandas penales (dos de Tzimol, uno de Las Rosas y tres de Comitán), y así sucesivamente.

¡Que le entren!

Porque la adrenalina debe correr por las venas de todo aquel que ejerza el periodismo, o no es periodista.

Y, precisamente eso, es lo que quieren evitar funcionarios de la Secretaría de Salud.

Éstos pretenden negar información en torno al número de tuberculosos, para que no se publique. Porque si se publica, los regañan. Porque si se publica, se avergüenzan sus jefes y les avientan la bronca a ellos. Eligen la paz, la armonía y el silencio. Evitan la adrenalina.

Sí, tienen razón en querer tapar el Sol con un dedo, pero no se puede.

Alegan que es preferible no “alarmar a la sociedad” con datos estadísticos del número de enfermos de hoy y los que se sumarán mañana. En realidad eligen no “alarmar a los jefes”.

Pero ni siquiera los jefes de la Secretaría de Salud debieran tener vergüenza o sentir miedo, o evitar la adrenalina, por varias razones:

La Secretaría de Salud está haciendo su trabajo. Detecta a los tuberculosos, les hace sus estudios clínicos y de laboratorio, les da un diagnóstico, les dota de medicamentos, inclusive llegan a ponérselo en la boca del paciente durante seis meses. Y logran sacar adelante a los casos que les ponen en frente, salvo excepciones de enfermos desobedientes o desidiosos que abandonan el tratamiento.

Más de eso no pueden hacer, y estrictamente es lo que les corresponde.

Ahora bien, si aparecen más tuberculosos por generación espontánea o por contagio directo, no es por culpa de los trabajadores de la salud, sino porque otro sector no está haciendo su trabajo, y éstos son aquellos a quienes les corresponde velar por la nutrición o alimentación de la gente.

¿A quién le corresponde que las familias tengan alimentos qué consumir todos los días? A quien manden o quieran, pero no a la Secretaría de Salud.

Quizá por ahí exista una Secretaría de la Alimentación, o una Secretaría de Desarrollo Social, o una Secretaría de Economía, o una Secretaría del Campo, alguna institución a quien le corresponda velar para que la gente tenga un trabajo, o un proyecto productivo, o algo que le permita reunir recursos para que su familia no padezca hambre.

Porque los enfermos de tuberculosis son, generalmente, integrantes de familias que enfrentan desnutrición grave, padecen hambre, salvo casos especiales de pacientes con SIDA, diabetes, etc.

Algún nivel de gobierno debe tomar cartas en el asunto, o los tres, para que no haya gente con hambre a nuestro alrededor. Porque mientras la haya, los casos de enfermos con tuberculosis estarán a la vista.

Y no es para preocuparse, sino ocuparse de esos casos. Algo debemos hacer como sociedad.

Y conste que tampoco estoy diciendo que los gobiernos son ineptos para combatir la hambruna en su pueblo.

En último de los casos yo diría que los gobiernos siguen cayendo en el pecado de fomentar la desigualdad social y de llevarla al extremo de la extinción de los más pobres. Gracias al neoliberalismo, al capitalismo salvaje, o a lo que se les hinche su gana.

Es decir, la tuberculosis no aparece en los países o estados más pobres del orbe, sino en todas partes, desde Haití, Somalia, hasta España, Inglaterra y los Estados Unidos.

Y si no que se investiguen las estadísticas de los norteamericanos en los estados de California, la Florida, Georgia, Illinois, Nueva Jersey, Nueva York y Texas. Sólo en esos estados se encuentra el 59.9% del total nacional de casos.

España se sitúa, con una incidencia de 18,3 casos de tuberculosis por cada 100.000 habitantes, como el noveno país europeo en incidencia de esta patología tras Rumanía, Lituania, Letonia, Bulgaria, Estonia, Portugal, Polonia y Hungría, según un informe del European Centre for Disease Prevention and Control (ECDC) de la Unión Europea.

Rumanía, con 126,4 casos por cada 100.000 habitantes, es el país con una mayor incidencia. En números absolutos de casos registrados, España se sitúa en cuarto lugar, con 8.029 enfermos, tras Rumanía, que lidera con 27.319, Polonia y Reino Unido.

¿Por qué hasta en los países más ricos?

Porque en éstos también hay desigualdad social, y mientras hay archimillonarios de aquellos que aparecen en cada edición de la Revista Forbes, también los hay quienes aparecen en las listas de la Organización Mundial de la Salud por casos de enfermedades epidémicas.

Por eso la convocatoria a sumar esfuerzos, a todos los sectores sociales.

No es posible que en Comitán los más pobres estén apoyando a los más pobres, con enfermos de tuberculosis. Cierto, es en este sector social donde mayormente germina el sentido de la solidaridad, pero algo debemos aprender de ellos.

Por eso creo que deben entrarle a esta lucha aquellos a quienes les ha hecho justicia la revolución o el actual régimen de gobierno.

Que nos ayuden hoy sólo a evitar la propagación de la tuberculosis, para después dejarle la tarea a los gobiernos para que ya no se siga generando hambruna.

Que los gobiernos aprendan a priorizar las inversiones públicas, destinando mayores recursos para la creación de proyectos productivos que lleguen pero a los sectores con mayores requerimientos alimentarios. No que se distribuya entre los de mayor influencia, generalmente los más ricos.

Por cierto, en Las Margaritas el presidente municipal ya dijo que no le va a dar sus lástimas a los ricos, para curar a los tuberculosos y sus familias. Lo que se requiera para evitar la desnutrición en toda familia que tenga a un tuberculoso lo va a poner el ayuntamiento.

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