A Jorge Constantino Kanter no le caen bien los graffiteros. Le chocan. Le dan “muina” hablar de ellos siquiera.
“Es una manifestación artística”, le digo.
“Mis pelotas, eso no es arte, es delincuencia”, responde.
No sé si le sean comparables a zapatistas “tomarranchos” y “come-vacas” de caciques. Quizá igual, tantito menos o tantito peor, pero no ha de haber mucha diferencia.
“Hay que ponerles una su barda exclusiva para graffiteros”, le dije.
“Ni madres”, me respondió.
Alguno de los dos tiene la razón, no sé quién.
Pero él tiene el poder, de eso no hay duda, y lo tiene por mandato popular. Él decide.
Hay cuando yo sea presidente buscaré una mi bardita o alquilaré alguna para que mis cuates graffiteros se manifiesten pública, abiertamente.
Y, de veras, si yo fuera presidente creo que me iría buscar un área allá por el panteón o allá por la Cruz Grande, sobre la avenida Central, lado norte. O, por qué no, también en el lado sur, allá por San Sebastián hay harta barda disponible.
Me gustan esos espacios.
Bien pudiera yo darles uno de los tres, o los tres.
Ahí los chavos le darán rienda suelta a sus inquietudes. Harán sus garabatos, escribirán en sus jeroglíficos, harán arte.
Puro arte rebelde.
Cuando yo sea presidente.
Iba yo serlo en el 2007 pero me pusieron las cosas color de hormiga con una reforma constitucional que alargó el período del actual alcalde, Jorge Constantino Kanter, y entonces mis cuates graffiteros tendrán que esperar, como yo, hasta el 2008.
A partir de entonces a estos cuates no sólo les daremos chance de garabatear en esas paredes, sino inclusive organizaremos concursos de graffiti.
En pleno zócalo de la ciudad.
Con bombo y platillo.
Con discurso de los chavos esos y mío, por supuesto.
Me daré mis baños de pueblo.
Sólo les diré que no pintarrajeen mis oficinas, o sea, el palacio municipal, ni menos mis guayaberas.
Noooooo.
Les pondremos una especie de mampara de tres metros de altura, por cuatrocientos metros de largo, pintado de blanco de ambos lados, para que cada grupo o de manera individual realice sus trabajos artísiticos, o gratfiteros, y un comité evaluador, integrado por artistas plásticos y graffiteros como ellos, dictaminen cuál de los trabajos resulta mejor.
Al ganador le daremos de premio una su barda exclusiva, de diez metros de largo por dos de alto, para que pinte ahí todo lo que se le hinche sus… lo que dijo Kanter.
Y, claro, sus montones de pintura en aerosol o algo que no sean tan nocivo al medio ambiente.
El tema con el que partirán para hacer sus creaciones tendrá dos modalidades: uno libre y otro inducido.
El inducido será: “la inseguridad en los barrios”.
Al final nos reuniremos para la entrega formal de los premios, y discutiremos con ellos el asunto de la inseguridad.
En que quiera de los graffiteros concursantes podrá exponer aquello que pensó cuando hizo su pintarrazón con el tema de la inseguridad.
Chance y de ahí surja de ellos una propuesta para abatir la inseguridad, llámese robo a casa habitación, robo de autos, asalto callejero, cristalazos, graffitis o lo que sea.
Quizá de los chicos surja alguna propuesta para organizar alguna “Banda 18 por la seguridad de mi barrio”, y se comience un proceso.
¿Por qué no pensar en convertirlos en nuestros aliados, antes que en nuestros enemigos o en enemigos de la sociedad?
Se vale soñar, se vale buscar alternativas.
Aunque no se llegara a lo último, con que tengan un lugar donde sacar sus inquietudes, donde canalizar sus energías y rebeldías, con eso será suficiente.
Porque así ya no andarán a salto de mata, escondiendo sus frascos de aerosol.
Irán libremente por la calle, vestidos de graffiteros, caminando como graffiteros, hablando como graffiteros, actuando como graffiteros, pero en su barda de graffitero y sin armas de ningún tipo.
Mínimamente tendremos menos edificios públicos y casas particulares graffiteadas impunemente.
En en serio.
Pensalo vos Kanter.
Y me decís que pensás de lo que estoy pensando.
Nos vemos.
POSDATA: Si mis cuates graffiteros lo prefieren les doy una página de El Fronterizo del Sur, para que en una hoja del tamaño conveniente escriban sus ondas y las imprimimos y publicamos. Esto lo podemos hacer una vez por semana. Un espacio para la expresión del graffiti. Digo, antes de llegar a la silla edilicia, puedo ser presidente de mi propia empresa y hacer ahí lo que se me hinche… lo que dijo Kanter, siempre con apego a la legalidad, o sea, sin ofender la moral de nadie, que al fin y al cabo los graffiteros no acuden a eso.
Pendientes.
“Es una manifestación artística”, le digo.
“Mis pelotas, eso no es arte, es delincuencia”, responde.
No sé si le sean comparables a zapatistas “tomarranchos” y “come-vacas” de caciques. Quizá igual, tantito menos o tantito peor, pero no ha de haber mucha diferencia.
“Hay que ponerles una su barda exclusiva para graffiteros”, le dije.
“Ni madres”, me respondió.
Alguno de los dos tiene la razón, no sé quién.
Pero él tiene el poder, de eso no hay duda, y lo tiene por mandato popular. Él decide.
Hay cuando yo sea presidente buscaré una mi bardita o alquilaré alguna para que mis cuates graffiteros se manifiesten pública, abiertamente.
Y, de veras, si yo fuera presidente creo que me iría buscar un área allá por el panteón o allá por la Cruz Grande, sobre la avenida Central, lado norte. O, por qué no, también en el lado sur, allá por San Sebastián hay harta barda disponible.
Me gustan esos espacios.
Bien pudiera yo darles uno de los tres, o los tres.
Ahí los chavos le darán rienda suelta a sus inquietudes. Harán sus garabatos, escribirán en sus jeroglíficos, harán arte.
Puro arte rebelde.
Cuando yo sea presidente.
Iba yo serlo en el 2007 pero me pusieron las cosas color de hormiga con una reforma constitucional que alargó el período del actual alcalde, Jorge Constantino Kanter, y entonces mis cuates graffiteros tendrán que esperar, como yo, hasta el 2008.
A partir de entonces a estos cuates no sólo les daremos chance de garabatear en esas paredes, sino inclusive organizaremos concursos de graffiti.
En pleno zócalo de la ciudad.
Con bombo y platillo.
Con discurso de los chavos esos y mío, por supuesto.
Me daré mis baños de pueblo.
Sólo les diré que no pintarrajeen mis oficinas, o sea, el palacio municipal, ni menos mis guayaberas.
Noooooo.
Les pondremos una especie de mampara de tres metros de altura, por cuatrocientos metros de largo, pintado de blanco de ambos lados, para que cada grupo o de manera individual realice sus trabajos artísiticos, o gratfiteros, y un comité evaluador, integrado por artistas plásticos y graffiteros como ellos, dictaminen cuál de los trabajos resulta mejor.
Al ganador le daremos de premio una su barda exclusiva, de diez metros de largo por dos de alto, para que pinte ahí todo lo que se le hinche sus… lo que dijo Kanter.
Y, claro, sus montones de pintura en aerosol o algo que no sean tan nocivo al medio ambiente.
El tema con el que partirán para hacer sus creaciones tendrá dos modalidades: uno libre y otro inducido.
El inducido será: “la inseguridad en los barrios”.
Al final nos reuniremos para la entrega formal de los premios, y discutiremos con ellos el asunto de la inseguridad.
En que quiera de los graffiteros concursantes podrá exponer aquello que pensó cuando hizo su pintarrazón con el tema de la inseguridad.
Chance y de ahí surja de ellos una propuesta para abatir la inseguridad, llámese robo a casa habitación, robo de autos, asalto callejero, cristalazos, graffitis o lo que sea.
Quizá de los chicos surja alguna propuesta para organizar alguna “Banda 18 por la seguridad de mi barrio”, y se comience un proceso.
¿Por qué no pensar en convertirlos en nuestros aliados, antes que en nuestros enemigos o en enemigos de la sociedad?
Se vale soñar, se vale buscar alternativas.
Aunque no se llegara a lo último, con que tengan un lugar donde sacar sus inquietudes, donde canalizar sus energías y rebeldías, con eso será suficiente.
Porque así ya no andarán a salto de mata, escondiendo sus frascos de aerosol.
Irán libremente por la calle, vestidos de graffiteros, caminando como graffiteros, hablando como graffiteros, actuando como graffiteros, pero en su barda de graffitero y sin armas de ningún tipo.
Mínimamente tendremos menos edificios públicos y casas particulares graffiteadas impunemente.
En en serio.
Pensalo vos Kanter.
Y me decís que pensás de lo que estoy pensando.
Nos vemos.
POSDATA: Si mis cuates graffiteros lo prefieren les doy una página de El Fronterizo del Sur, para que en una hoja del tamaño conveniente escriban sus ondas y las imprimimos y publicamos. Esto lo podemos hacer una vez por semana. Un espacio para la expresión del graffiti. Digo, antes de llegar a la silla edilicia, puedo ser presidente de mi propia empresa y hacer ahí lo que se me hinche… lo que dijo Kanter, siempre con apego a la legalidad, o sea, sin ofender la moral de nadie, que al fin y al cabo los graffiteros no acuden a eso.
Pendientes.
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