A Iram Mérida Matamoros lo está dejando fuera de la jugada una “calentura”. Ha de arrepentirse de aquel momento en el que perdió el control de sus emociones.
Cierto, el hombres es muy débil, sucumbe ante la belleza y sensualidad femenina, pero no se debe llegar a esos extremos.
Sólo personas desequilibradas terminan violando a una mujer.
Ni a la propia esposa se le puede mancillar de esa manera. Siempre hay que conquistarla, motivarla, propiciar el momento.
Pero de todo hay en la viña del señor, hasta delincuentes, porque así es la diversidad.
E Iram Mérida es parte de la diversidad, aunque esa parte de la diversidad, los delincuentes, no deben andar en campaña, sino en un centro de readaptación social. O sea, en un Cereso, en una celda, en la cárcel, para ser más exactos.
Iram Mérida Matamoros debe estar en El Amate, purgando su pena.
Ahora bien, que nadie se extrañe que Iram Mérida no sólo no ande en la cárcel, sino inclusive anda en plena campaña político-electoral.
Porque los “violadores sexuales” no son ni "viejos verdes", ni marginales, ni adictos, sino tipos de aspecto común y corriente, integrados, de esos que no se caracterizan por llamar demasiado la atención. El perfil de los violadores es frecuentemente tan común a los ojos de su entorno.
Como el famoso Marcelo Sajen, autor de 59 violaciones en la ciudad de Córdoba y considerado el mayor violador serial de la historia argentina. Cuando no delinquía, la vida de Sajen era tan normal que ni su mujer ni sus hijos sospecharon jamás lo que estaba pasando. "Era un excelente padre, muy cariñoso con sus hijos", dijo todavía la esposa al pedir perdón a las 59 víctimas, todas ellas jóvenes estudiantes sorprendidas en situación de indefensión.
¿Qué hay detrás de los actos de un violador? ¿Qué hay en su mente? ¿Cuáles son las causas que lo llevan a cometer actos que se cuentan entre los delitos con mayor y más negativa repercusión social? ¿Son recuperables?
No lo sé, pero, en este caso, no ha habido ningún proceso de readaptación, porque el tipo siempre ha estado libre, a menos que haya entrado a alguna religión, arrepentido de su pecado.
Pero desde mi juicio una religión sólo reprime a sus feligreses, les echan miedo, les dicen que si siguen pecando van ir al infierno, y mientras tengan esa creencia pueden mantenerse sin caer en las tentaciones que les pone el demonio en frente.
Pero cualquier rato que se olvidan de ese temor, o se descuidan y toman trago, o simplemente dejan de profesar ese credo, y resurge el demonio que llevan dentro, volviendo a las andadas. Por lo tanto, nunca se recuperan, no se “readaptan”, siguen siendo potencialmente peligrosos.
Es el caso de Iram Mérida Matamoros, puede reincidir en su conducta delictiva, en cualquier momento, y si, además, tiene poder, es mucho más peligroso todavía.
Simplemente él tiene un trastorno psíquico. Los agresores sexuales padecen un trastorno en su estructuración psíquica. Se trata de personas que suelen ser inseguras, inmaduras, poco tolerantes a la frustración y que en la mayor parte de los casos sufrieron, a su vez, agresiones sexuales en su infancia.
Estudios realizados encuentran un rasgo común a todos los violadores: ese que hace que no busquen placer sexual con su delito, sino la dominación total de una persona indefensa. Buscan demostrar su poder.
"El tema que los obsesiona es el poder y no el sexo. Y es por eso que no buscan víctimas físicamente atractivas, sino aquellas que resultan más vulnerables: nenas (o nenes), adolescentes, mujeres jóvenes y solas, ancianas o discapacitadas", apunta, por caso, Olga Cáceres.
En ese sentido es recurrente la diferenciación entre abusadores y violadores: los primeros se caracterizan por pertenecer al entorno de la víctima y por generar una red de intimidación, seducción o engaño para perpetrar actos en los que se persigue el placer sexual y en los que no siempre está presente la violencia física. Los segundos suelen ser desconocidos, perseguir el sometimiento de su víctima y apelar siempre a la violencia.
Según esta última afirmación Iram Mérida no es un violador, sino un abusador, teóricamente hablando, aunque en la Fiscalía General del Estado el delito es el mismo y la penalización también. Son varios años de cárcel.
Pero, abundando más en la teoría, “un estudio realizado por Eva Sanz sobre 60 violadores y abusadores sexuales procesados y o condenados por la justicia en distintas unidades penitenciarias arroja algo de luz sobre las características comunes existentes entre quienes cometen este tipo de delito. El trabajo puso en evidencia un primer dato: que contra lo que comúnmente se cree, los violadores no son mayoritariamente seres solitarios. De las consultas realizadas por Sanz surgió que casi la mitad de los detenidos había dormido la noche anterior al delito junto a su mujer. El estudio permitió a su vez ubicar la edad promedio de lo violadores entre los 21 y los 35 años (otras fuentes, como la médica Olga Cáceres, ubica ese rango entre los 25 y los 40 años). El trabajo de Sanz aporta una imagen alejada de un violador socialmente marginado. Indica, en ese sentido, que el 50% de las personas detenidas por violación que fueron consultadas realizó la escolaridad secundaria y universitaria y el 43% se crió en una familia "bien constituida", con padre, madre y hermanos. La mayoría, además, contaba, al momento de ser detenido, con un trabajo estable, un rasgo que los diferencia de los autores de otros delitos y que aparece destacado también en otros trabajos similares al de Sanz realizados en España. Del mismo modo, destaca que las drogas y el alcohol no tienen una presencia central en la vida de los casos de violadores estudiados. Así, indica que el 63% de los consultados nunca se alcoholizó, mientras que el 85% jamás consumió drogas. Otro dato obtenido en el estudio afirma que el 80% de los violadores detenidos que fueron entrevistados no tenía antecedentes por otro tipo de delitos, como robo, estafas u homicidios. Otro estudio realizado pone el acento en que los violadores son en su mayoría sujetos que actúan con pleno dominio de sus facultades mentales y que, aún cuando tengan un trastorno mental, la acción delictiva acontece sin relación con la afección”.
De plano que los estudiosos no estaban hablando de “los violadores en general”, o de “los abusadores”, sino de Iram Mérida Matamoros. Parece que lo estaban mirando de frente.
Y si Iram Mérida insiste en que es mentira que violó a una chica de La Trinitaria, ahí está una prueba contundente: la hija que nació de ese acto salvaje. Y también están los estudios de laboratorio, a través del ADN, para demostrar su inocencia. Que acuda al Ministerio Público para que éste mande llamar a la presunta víctima y de inmediato, antes del 7 de octubre, se realice esa investigación y se den a conocer los resultados.
Mientras tanto, la víctima de Iram Mérida Matamoros ya vino a Chiapas, porque se había ido a Puebla, luego que se casó. Mas, ahora, decidieron ella y su esposo que el presunto delincuente pague su culpa y sea encarcelado, como debió ocurrir hace 5 años.
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