Lo dicho. Si la María Guadalupe Castellanos Domínguez me hubiera tenido en frente no sólo me hubiera madreado, hubiera aventado a su hermano encima de mis reunáticos huesos, y si hubiera tenido una jauría de blugdog también. Ni modo. No se puede atentar en contra de una fémina sin que uno lleve su merecido, la impunidad no tiene cabida.
El sábado a las 11 de la mañana recibí en mi cel una llamada más, pero ahora no se convirtió en llamada perdida, la voz del otro lado era de José Alfredo Castellanos Domínguez, ustedes lo conocen, fue candidato a presidente municipal de La Independencia, donde perdió, y luego se fue a refugiar al ayuntamiento de Jorge Constantino Kanter (vos compa, dame chamba a mi también, ya quiero regresar de Tuxtla, extraño mucho a la familia, a la mujer, a mija y a mijo).
Pues bien, yo ya sabía a que dedicaría su tiempo en esa llamada, y me dijo que el asunto había trascendido más allá de donde debió, jijos, es increíble de veras. Muchas de las palabras que pronunciara el compa José Alfredo son impronunciables acá, instranscribibles, suenan alto, duro. Perdón pero no.
Yo le dije al hombre que la disculpa que me exigía se la daba inmediatamente, y que el lunes la reiteraba, pero remachó sobre lo mismo una y otra vez, pero ni modo que yo imprimiera el ejemplar del lunes para sacarlo 48 horas antes, y le reiteré que tenía que esperar ese tiempo. Ya que.
A pesar de todo el hombre trató de guardar compostura y que, aún cuando me había aventado una chaqueta mental, yo seguía contando con su amistad, que nada iba a cambiar, que etcétera. Político al fin.
Lo cierto es que yo ya saqué boleto con los Castellanos Domínguez, me cae. No hay duda de eso. Y las consecuencias habrán de venir después.
Y ahora, ¿quién podrá ayudarme, si el pinche Chapulín Colorado ya es un anciano?
De todos modos, compadre y comadre, que cada quien tome su camino y agarre por donde quiera, ay buscaré yo mi propia jauría para responder a las mordidas de las suyas. Pendientes.
El sábado a las 11 de la mañana recibí en mi cel una llamada más, pero ahora no se convirtió en llamada perdida, la voz del otro lado era de José Alfredo Castellanos Domínguez, ustedes lo conocen, fue candidato a presidente municipal de La Independencia, donde perdió, y luego se fue a refugiar al ayuntamiento de Jorge Constantino Kanter (vos compa, dame chamba a mi también, ya quiero regresar de Tuxtla, extraño mucho a la familia, a la mujer, a mija y a mijo).
Pues bien, yo ya sabía a que dedicaría su tiempo en esa llamada, y me dijo que el asunto había trascendido más allá de donde debió, jijos, es increíble de veras. Muchas de las palabras que pronunciara el compa José Alfredo son impronunciables acá, instranscribibles, suenan alto, duro. Perdón pero no.
Yo le dije al hombre que la disculpa que me exigía se la daba inmediatamente, y que el lunes la reiteraba, pero remachó sobre lo mismo una y otra vez, pero ni modo que yo imprimiera el ejemplar del lunes para sacarlo 48 horas antes, y le reiteré que tenía que esperar ese tiempo. Ya que.
A pesar de todo el hombre trató de guardar compostura y que, aún cuando me había aventado una chaqueta mental, yo seguía contando con su amistad, que nada iba a cambiar, que etcétera. Político al fin.
Lo cierto es que yo ya saqué boleto con los Castellanos Domínguez, me cae. No hay duda de eso. Y las consecuencias habrán de venir después.
Y ahora, ¿quién podrá ayudarme, si el pinche Chapulín Colorado ya es un anciano?
De todos modos, compadre y comadre, que cada quien tome su camino y agarre por donde quiera, ay buscaré yo mi propia jauría para responder a las mordidas de las suyas. Pendientes.
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