Si tener un hijo o hija es lo más hermoso del mundo, perderlo ha de ser lo más terrible, lo más doloroso, lo más espantoso del mundo.
Digo esto por lo acontecido con Don Enrique Toledo Esponda, el fundador de una diversidad de diarios, entre ellos Diario El Mundo y del mismísimo Diario de Chiapas, cuyo Director General, Jorge Toledo Coutiño, falleciera recientemente.
Un dolor en el alma de esos mata a cualquiera. Lupita Alfonso Albores, por ejemplo, quedó muerta en vida desde que encontró el cuerpo de su amado hijo, Paco Alfonso, asesinado cobardemente, después de varios días de pedirle a Dios que se lo devolviera. Nuestra Lupe pareció haber perdido la razón, simplemente la herida mortal en su corazón le hacía retrotraer al hijo, a cada instante, en cada frase, en cada paso.
Que perder a un hijo no le suceda nunca a nadie, quisiera, pero hoy le tocó a Don Enrique, a quien aprecio mucho, por su amistad y enseñanzas, por su respaldo oportuno. Cómo decirle, Don Enrique, que su dolor es el mío y el de todos aquellos que tenemos la dicha suprema de ser padre o madre. No hay manera de decirle ninguna palabra solidaria que alivie, porque no hay alivio posible para un dolor extremo de esa naturaleza.
Lo único que sé, Don Enrique, es que habrá que aprender a vivir así, sin el abrazo amoroso, sin la palabra mágica de "papá" que a usted le llenaba de su Jorge, sin el beso de su hijo.
Es usted un hombre fuerte, lo sabemos todos, y aunque no hay fortaleza que valga para estos casos, se puede ocupar la mente en la noticia, en el ruidero cotidiano, en el azadón y la coa que ayudan a limpiar el jardín, y aunque ahí aparezca el recuerdo vívido, se hará más llevadero si cuenta usted con el apoyo de la mano amiga de su esposa, del vecino, del colega o cuate. Y, aún más, cuenta igual con sus otros hijos y nietos, y puede también compartir los éxitos de unos y otros, que deberán de seguir sumándose.
Usted enseñó a caminar y mostró el camino, y cada uno de sus hijos ha construido el suyo propio desde ese que fue el arranque; igual sabrá hacerlo ahora con la partida de Jorge; enséñele a los suyos y a nosotros y a Jorge mismo que lo acontecido con él es parte de la vida que hay que seguir andando, día a día.
Con usted, siempre.
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