Juan Carlos Greene Guillén, Síndico Suplente, se enteró vía telefónica que su carnal había chocado el carro de su propiedad a la altura de la entrada a la Segunda Sección de la Cruz Grande, rumbo a Quijá, por donde había tremendos baches, al grado que los carros chicos no podían salir de ellos cuando caían ahí.
Eso le ocurrió a José Greene Guillén, quien conducía un yeta blanco, y al ver el tremendo hoyo decidió evadirlo, pasándose al carril contrario.
El problema es que en ese mismo momento venía en su propio carril una camioneta, conducida por José Domingo Argueta Espinosa, del barrio San Miguel, quien se dirigía justamente a su casa, en dicho barrio.
Greene Guillén intentó evitar el golpe, regresando a su carril, pero ya no le dio tiempo: su unidad recibió un fuerte golpe.
La culpa, evidentemente, era de quien había invadido carril, no de quien venía enfrente.
Pero el poder es el poder.
El culposo llamó a su influyente hermano y éste simplemente llegó a dar instrucciones a los oficiales, quienes comenzaron a presionar a Don José Domingo Argueta Espinosa, ante lo cual este ciudadano cedió y pidió que no se llevaron su carro al corralón.
Al final lo tranquilizaron diciéndole tremenda mentira: "Mire (dijo el culpable), para echarle la mano yo diré a mi aseguradora que fue culpa mía, entonces ella pagará el golpe, pero usted paga el deducible. El deducible sólo es el diez por ciento del costo de la reparación o la pieza a cambiar, si el costo es de diez mil usted sólo me pagará mil".
Y no es así: el deducible es el 5 por ciento del costo total de la unidad, si el coche tuviera un costo de 180 mil, entonces don José Domingo Argueta Espinosa debió de haber pagado la cantidad de 9 mil pesos.
Pero era mejor que ver a su carro en el corralón y, además, pagar lo que dijera el peritaje amañado y acomodado al son que dijera el síndico suplente.
Eso es tener influencias.
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