miércoles, 24 de enero de 2007

Los “Diezmos” en Las Rosas


La solicitud de auditoría a la administración municipal de Las Rosas ante el Órgano de Fiscalización Superior del Congreso del Estado parece estar justificada.
José Domingo Meneses Velasco ofrece varios ejemplos, muchos de ellos ya muy conocidos. Son ya del dominio popular, la repiten hasta los loros. “Ramiro, Ramiro, ra-ra-ra”, repite a diario el perico, porque lo consideran muy listo y lo tienen como su héroe.
Pero pone un ejemplo muy claro, ya probado y comprobado, de los altos costos de las obras.
Se trató de un caso muy sonado, por una obra realizada allá en San Isidro la Cuchilla, nombrecito nada prometedor para las autoridades municipales.
El máximo jerifalte municipal de Obras Públicas realizó en ese lugar la apertura de camino saca cosecha, una brecha utilizada para sacar el maíz, el frijol y la calabaza de los trabajaderos de los humildes campesinos, no vayan ustedes a pensar que una carretera de 4 carriles para viajar a 140 kilómetros por hora.
La obra, según platica el famosísimo Chemingo, tenía un costo de 300 mil pesos, aproximadamente, pero en el expediente estaba por más de 600 mil pesos.
Mandados, los señores, listos, de veras.
El problema fue a la hora de exigir el famoso “diezmo”. El contratista no lo quiso dar.
“No quiero”, le dijo al entonces funcionario municipal. “Y hazle como quieras”, le repitió en su carota, rojo del coraje a esas alturas.
Daniel “El Travieso” (José Daniel Sánchez Ríos), el ahora ex Director de Obras Públicas, cambió de color, se puso negro, porque debía ir a entregar cuentas después de cerrar el negocio, pero así las cosas no iban a funcionar.
En medio del intercambio de mentadas le preguntó el motivo por el cual no se quería “mochar”.
“Porque a nosotros nos debes el puesto”, le dijeron.
“Pero, ¿cómo?, si a mí me puso Ramiro Aguilar Castañeda, no tu constructora”, respondió, iracundo, ya con los labios secos y la boca amarga como si le hubieran dado ajenjo.
“¿Y a quién le debe Ramiro su chambita de Alcalde?”, le reviró el otro, más cabrón todavía.
Y lo dejó mudo, ahora ya de color pálido.
El constructor, en realidad, era socio de un político, el cual le había ayudado mucho al entonces candidato a presidente municipal, con gestorías ante el gobierno del estado para lograr recursos.
Pero, aún así, el funcionario municipal decidió no perderlo todo, y le dijo:
“En ese caso vas a devolver dinero, porque la obra no cuesta todo eso, cuesta mucho menos y tú sabes bien cuánto”.
Obvio, la diferencia es la ganancia de los funcionarios municipales.
“Yo no devuelvo nada, ¿quién elaboró el expediente? ¿Yo, acaso? Además ya está validado”, le respondió. El funcionario ahora estaba morado y con calentura, pero calentura de la mala, no de la buena. Usted sabe: hay de calenturas a calenturas. Unas se quitan con ácido acetil salicílico, otras con distintas terapias, impronunciables en esta columna
Total, no consiguieron ponerse de acuerdo y debieron llegar a la instancia correspondiente.
Y, en efecto, la obra costaba mucho menos de lo señalado en el expediente técnico.
Y el pobre funcionario municipal pagó los platos rotos: no llevó lana ilegal a donde debía, pasó la vergüenza (aunque usted no lo crea, dicen que sí sintió vergüenza) y, encima, le quitaron la chamba.
Pero qué necesidad.

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