“No te quiero, no te quiero nadita”, le dijo el Marín Javier Hernández Rojas al Presidente del Comité Ciudadano de Seguridad Pública, el abogado Javier Abarca Arias.
“No me importa”, contestó el otro.
“Comé tu torta”, reviró el de la ODIC.
Mientras el Kanter se carcajeaba galán, aunque intentando disimular.
Estaban a las greñas los señores.
Cada vez que cruzaban sus miradas se llenaban de rabia, el uno contra el otro.
Parecía que la sangre iba a correr.
“No te preocupes”, dijo alguien. No va a pasar nada.
Pero Martín Javier insistía:
“No es ético que el señor sea a la vez Presidente del Comité de Participación Ciudadana en materia de Seguridad Pública, si además es abogado defensor de los delincuentes: una de dos: o defiende a la ciudadanía o defiende a quienes delinquen”, dijo, contundente.
“Uta, tiene razón”, pensé.
Yo no había reparado en eso, realmente se da el famoso conflicto de intereses, y aquí los intereses chocan francamente entre las dos funciones del mismo señor.
“Y a ti que”, le contestaba el otro mentalmente, mientras esperaba su turno de darle una revirada.
“Pos lo que quieras, aquí o en la calle”, le aventaba el líder social, con sólo una mirada, de pocos amigos y menos compadres.
Cuando hablaba el Martín tronaban los aplausos galán, pero el otro también tenía sus corifeos. Y se aventó el tirito.
“A mí no me eligió una organización social”, dijo.
“¡Bravo!, ¡Hurra!, ese es mi líder”, se dejó escuchar.
Y más se envalentonó el señor de la doble y encontrada función de abogado defensor de los violadores de la ley y de la seguridad ciudadana.
“YO HE HECHO MÁS QUE CUALQUIERA POR COMITAN”, dijo, como hablando con altavoz. Retumbó la Sala de Cabildos, se estremeció, me estremecí.
¡Qué oratoria!, en serio.
Y el Kanter se reía a carcajadas, pero internamente, porque hacia el exterior sólo sacaba una sonrisa pícara, de chamaco travieso, maldoso.
Al leerle la mente le escuché decir: “Ay Güey, este sí es aventado”, más o menos, porque había mucha interferencia y mis capacidades psíquicas no estaban al cien por cien.
Y entonces comencé yo a reparar en lo que habrá hecho este señor.
“Puede ser”, pensé.
“¿Qué habré hecho yo: nada, nada?”, me preguntaba.
Y me entraba un poco la decepción de mi propia persona, la famosa “depre”.
“Cierto, soy un zángano, nunca he hecho nada yo por Comitán, y Comitán me lo ha dado todo a mí”, me dije.
Mientras le tomaba unas fotos al señor enjuiciado por mi mente corrían las imágenes de Tío Belisario Domínguez, aquel que nos recibe al entrar a la ciudad, cuando uno viene de Las Rosas del Ramiro Aguilar o de SCLC del Sergio Lobato.
“Pobre Don Beli, usted no hizo nada por Comitán”, pensé. “Pero no lo digo yo, lo dice este licenciado”, acoté, para no ser objeto de alguna represalia celestial.
Y luego llegó a mi mente Doña Rosario Castellanos y le increpé: “¿Y usted hizo algo por Comitán, veló usted por la seguridad de los comitecos y las comitecas, o sólo escribió “Balún Canán” y “Mujer que sabe latín” y otros libros?”, le pregunté, tratando de ser deferente, pues se trata de una distinguida dama.
Y, qué barbaridad, Doña Chayo me contestó:
“Quise darle un presidente municipal a Comitán pero me salió un filósofo”, expresó la señora.
“No puede ser, estoy desvariando, he de tener calentura”, pensé luego, asombrado.
Y cómo no han de pegarme las calenturas, si sólo de eso escribo.
Luego llegó a mi mente otro calenturiento: Roberto Albores Guillén, pero la figura de él no fue muy nítida.
Obviamente le dije las palabras pronunciadas por Javier Abarca Arias.
“Dice don Javi que usted nunca hizo nada por Comitán, ¿qué respuesta le merece?”, le pregunté, grabadora en mano.
“Como no, nosotros siempre pensamos en los demás, son nuestra prioridad todos aquellos que no somos nosotros, primero Comitán, luego Comitán y al último Comitán, siempre Comitán”, dijo.
“Me dejó sin habla, ¿qué más le pregunto?”, me dije.
¿“Pero entonces qué le dejó usted a Comitán”?, le volví a cuestionar.
“Yo también quise darle un presidente municipal, pero me salió Secretario de Desarrollo Económico”, contestó.
Ta madre, bueno, todos quieren darle un presidente municipal a Comitán, pero no le dan nada.
Nadie hace nada por Comitán.
Pobre ciudad.
El único es el Señor Javier Abarca Arias. Le regresa delincuentes con su debido amparo bajo el brazo para no entrar al Cereso Diez y seguir en las calles delinquiendo, y, al mismo tiempo, le promete seguridad.
De hecho yo también pensé darle un presidente municipal, pero me salió periodista.
Ni modo, te felicito vos Javier.
Te manda saludos tu tocayo de la Organización Democrática Independiente de Comitán.
miércoles, 31 de enero de 2007
Nadie hace nada por Comitán, sólo Javier Abarca Arias
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