viernes, 5 de octubre de 2007

Muerto el rey, Viva el rey.

Viene una época difícil para los actuales presidentes municipales, sobre todo los que tengan sucesor sin mayores cuestionamientos de fraude electoral.
La razón: el poder se está diluyendo.

Ahora habrá más interés en acercarse, pegarse al vencedor de las elecciones, para congraciarse con él.

Hay que buscar un lugar, un espacio, por la familia, por el mismo interesado.
Por ello mismo el poder irá transitando hacia el alcalde electo, quien sufrirá o disfrutará lo que venía sufriendo o disfrutando el presidente municipal electo hace tres años.
Pocos serán quienes intenten utilizar al presidente en funciones para asegurar una plaza con el presidente electo. Serán los menos.

Pero, una vez asegurado un espacio con el nuevo gobierno, aunque sea a través del actual edil, tomarán el camino que está tomando la mayoría: las oficinas del alcalde electo.
La soledad, pues, se está arrimando a las oficinas de los máximos gerifaltes de los ayuntamientos.
Al principio será gratificante no tener a una larga cola de solicitantes de audiencias esperando.
Después será molesto, incómodo, y más tarde deprimente.

Ahora será mucho el trabajo que se acumule para los jefes de áreas, porque comienza el trabajo de cerrar la administración.

Y hay que cerrar bien, para evitar auditorías molestas, acusaciones de corrupción, de malos manejos.

Pero siempre habrá menos personal del que había antes.

De pronto algunos operadores se tornan desobedientes, o se hacen de los olvidadizos, o simplemente omisos.

Será ocasión para que aparezcan los verdaderos amigos, porque los otros estarán en las oficinas del sucesor.

Aún los “verdaderos amigos” habrán de tomarse su tiempo para “ir a darse su vuelta” con el hombre más popular del momento.

Esto es tan cierto, que un día un presidente municipal me pidió que la acompañara a su coche, para charlar largo y tendido.

No llevaba chofer, iba él mismo conduciendo su vehículo.

Arrancamos del zócalo, giramos tres cuadras adelante, volvimos a girar a las tres esquinas nuevamente, y así anduvimos largo rato, dando vueltas y vueltas. Nada era como antes.

Muerto el rey, Viva el rey.

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