viernes, 4 de julio de 2008

Siempre sí estaba bolo el Miguel




El Miguel de Tzimol mandó un su mensajito diciendo que él se porta bien, que no toma trago, no tiene querida, no va a los puteros, que es un santo y que por favor a ver si le ponen un su "nicho" donde le quemen incienso y le rinden pleitesía.
Está bien; y de una vez pida de qué sabor quiere su yogurt, nomás que no sea de leche porque le pueden dar de la maternal, de las que sirven en los bares de Babilonia o no sé cuáles frecuente el señor.
Dice el señor alcalde que sigue insistiendo en venir a saludarme de mano, a través de uno de los alcaldes perredistas de la región, que lo ocurrido "en las inmediaciones de Chichimá no fue más que una falla mecánica de la unidad particular" donde viajaba.
Mjú, falla mecánica, anotado.
También dice que "no hubo afectados ni daños ni a su unidad ni a ningún otro vehículo".
Sí, por suerte no hubo afectados, nadie dijo en la nota publicada el pasado lunes que hubieran resultado heridos, no lo vio el reportero, por lo tanto no lo dijo. Dice que, "sí, en cambio, la solidaridad de ciudadanos que se percataron de lo sucedido al munícipe, se prestaron a auxiliarlo, entre ellos el representante legal de los areneros de Tzimol y fue debido a una reunión con representantes de algunas comunidades que tuvo que dejar su unidad en manos de su cuerpo de seguridad".
¿Saben, amigos de la columna al rojo vivo, quiénes fueron los que se solidarizaron con el alcalde tzimolense? ¡¡¡Sus policías!!!
Él pretendió adornarse diciendo que la gente lo ama y lo adora, y que por eso le "echaron" la mano sacándolo del lugar donde se había salido de la carretera.
Mentiroso, fueron sus subordinados, claro que para no perder la chamba o congratularse con el jefe tuvieron que hacerlo, debieron llevarlo a una patrulla porque no podía caminar de tan borracho.
Miguel Ángel Morales Vives sí conducía bolo, borrachísimo, hasta las cachas. Por lo tanto ese fue el motivo de que se saliera de la carretera, no ninguna falla mecánica, chale, ni modo que el carro del presidente no reciba los servicios mecánicos preventivos pertinentes, que no insulte a la inteligencia de los ciudadanos y de los lectores de El Fronterizo del Sur. De paso que no compre todos los periódicos que se mandan a vender a Tzimol, porque atenta contra la libertad de expresión.
Y si el señor conducía borracho, y además ocasionó un accidente, ahorita debiera estar en la cárcel, sin posibilidad de salir bajo fianza, ya que cometió un delito grave, que lo es desde que Pablo Salazar promovió ese cambio en la legislación.
Pero, además, hay que agregar un dato de un ciudadano de Tzimol, quien sufrió lo que bien podría calificarse como intento de homicidio, o como se llame, puesto que trató de provocarle un accidente vial.
Resulta que después de las "clásicas celebraciones" en los ejidos, Miguel Ángel Morales Vives tomó mucho trago, al parecer revuelto, porque se le subió bien rápido.
Y ya ebrios decidieron ir a la "zonaja" de Comitán, encabezando la comitiva el alcalde, al volante también.
Pues bien, Martín Abadía casualmente viajaba en un chevy gris con el mismo rumbo, de Tzimol a Comitán, y resultó que cuando el edil lo vio a través del espejo, pretendió hacerle una mala jugada.
Martín Abadía iba queriendo rebasar a la camioneta de Miguel, pero éste lo reconoce miguel y frena de sopetón para que Martín se fuera a estrellar contra la unidad del edil.
Inclusive, la otra combi roja que llevaba personal del alcalde intentó echarle su propio carro a Martín, como para hacerlo sanwich.
Al no lograrlo el alcalde, atascado de trago y cerveza, nuevamente arrancó fuerte, para que lo siguiera Martín, pero éste aprovechó el espacio que dejara el alcalde para escapar, y no se detuvo hasta llegar a la gasolinera que recientemente sufriera la "inmovilización" de sus bombas, por tramposos, por supuesto.
Martín Abadía no sólo estaba preocupado por lo que hacía los borrachos tzimolenses, también tenía curiosidad de ver qué otros desfiguros hacían y si ocasionaban alguno que otro accidente.
Pero como no ocurrió nada irregular, y sólo los vio cargar gasolina, simplemente se retiró. Eso ocurrió como a eso de las 8 de la noche del sábado, Miguel y su gente quedaron ahí, y por lo visto de ahí se encaminaron hacia la zona de tolerancia.
¿Ahí pernoctaron? Saber, ni me interesa, no es de mi familia.
Pero si un día antes no ocasionaron ningún accidente, por la pericia al volante de Abadía, al otro día sí dieron la nota, a las 8 salió de la mañana la camioneta se salió de la cinta asfáltica, pues iba haciendo eses, pero como Tzimol está cerca mandaron llamar por radio a dos patrullas, en una subieron al ebrio alcalde, lo llevaron a su casa, y con la otra se pusieron a jalar la camioneta, haciéndole el servicio de grúa.
Pero, de que estaba bolo, sí estaba bolo.
De que salió de la carretera por manejar en estado de ebriedad, sí salió de la carretera.
De que cometió un delito grave, sí lo cometió.
Es más, que vaya y diga toda la verdad en confesión con el curita de Tzimol, el más perredista de todos sacerdotes de Chiapas.
Salucita, señor alcalde. Nos vemos dentro de dos años y medio.

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